Ante una crisis. Lo mas lógico parecería ser salir de ella cuanto antes, sea cual sea su origen o la actitud que asumamos ante su presencia, pues estas no siempre deben verse como un peligro, sino como una oportunidad de cambio. Sin embargo dentro de la familia se presentan situaciones en la cuales persisten las crisis y se vuelve recurrente, sin que de ella resulte algo positivo.
Las crisis se presentan unas tras otras. La familia se niega a toda costa a encontrar soluciones a los problemas de los que tanto se quejan. Daría la apariencia que frente a cada crisis, la familia fuera a disolverse, pero no sucede así, lo que seria el problema de la familia resulta ser su propósito.
Lo que subsiste en el fondo es un temor a las consecuencias de reconocer las crisis, pues esto podría llevar a la disolución de la familia, por fuera de las intenciones de sus miembros, mutuamente dependientes a pesar de los conflictos. Esto los lleva a pasar por alto los factores de crisis, de tal manera que nunca salen de ella.
Nos suene extraño, algunas estructuras familiares son tan inestables que cualquier cambio puede resultar devastador. Estas familias se han organizado alrededor de la inflexibilidad. Cada emergencia es un grito para que alguien acuda una vez más a protegerla de la necesidad de modificar su defecto evidente. Pero si buscan consejo realmente al final no cambian, mantenerse en crisis es la forma en que han aprendido a luchar contra el cambio, pues contactarse con sus sentimientos, hablar de ellos les produce temor. Seria como crear nuevas formas de abordar las relaciones familiares y la vida misma, la cual no les genera mucha confianza.
En otras palabras, la crisis estructural es como una especie de terremoto que surge periódicamente producto de fuerzas internas profundas. En estas familias, la crisis no tiene que ver con la tensión, como tampoco se hace esfuerzo por evitarla o comprenderla. Lo que se evita es el cambio.
Familias con miembros alcohólicos, adictos o violentos pueden caber dentro de esta categoría. Sus energías parecen invertirse en evitar que ocurra alguna transición evolutiva. Pudiéramos preguntarnos porque hay quienes viven con alcohólicos o personas violentas y podemos respondernos que es por la dependencia o la necesidad de protección, pero más allá de ello, el esquema de la crisis presenta la “ventaja” de que impide tener en cuenta la realidad en cualquier circunstancia, y enfrentar las fallas con racionalidad.
El origen de esta recurrencia estaría en sus historias familiares, las cuales no les permiten desarrollar una confianza básica que lleve a explorar la vida con un mínimo grado de seguridad. Historias de violencia, desamor, abandono, pérdidas, no les han permitido creer en los otros y abrir sus corazones para que alguien se acerque a su intimidad.
Existen crisis llamadas de desarrollo que son universales y por lo tanto previsibles, pues todos los seres humanos atravesamos por ellas. Representan cambios permanentes en el status y función de los miembros de la familia. Hacen parte del ciclo vital de la persona y de la familia (conformación de la pareja, nacimiento de los hijos, aparición de la pubertad, la adolescencia, el nido vacío, la vejez y la muerte).
La crisis aparece cuando una parte de la familia trata de impedir o activar la crisis en lugar de definirla y adaptarse a ella. También existen crisis de desvalimiento, en aquellas familias en las que uno o más miembros son disfuncionales y dependientes. Es así como el miembro dependiente mantiene anclada a la familia con sus exigencias de cuidado y atención. La crisis de desvalimiento es más grave cuando se requiere ayuda especializada, como en el caso de enfermedades crónicas o terminales.
Hay que tener en cuenta que en toda etapa de la vida, los cambios o alteraciones de la cotidianidad producen crisis que pueden ser entendidas sí se miran como un proceso vital.
Enfrentar las crisis es el mejor alivio para una familia, no importa que durante su confrontación salgan a relucir situaciones molestas, es más perjudicial esconderlas.