Así como todos los días cuidamos nuestro jardín, sacándole las malas plantas, la cizaña y las hierbas parásitas, así deberíamos cuidar del corazón de nuestros hijos, quienes a diario comparten con una infinidad de personas que aportan cosas positivas, o muchas veces negativas a sus vidas.
Esto es fácil a una edad temprana, el monitorear sus amistades, es una tarea que debería ser incluida en nuestro código diario. No volvernos jueces y acosadores, al estar siempre sobre ellos y metidos en sus vidas, pero si, mantener un diálogo sano y si se puede invitándoles a pasar tiempo con nosotros en nuestra casa.
Criar hijos no se trata de apretarles un botón y echarlos a la vida, a que ellos tomen sus propias decisiones y que manejen sus emociones, de la manera que ellos puedan o crean conveniente. Es estar atentos a las necesidades de sus corazones y poder llenar los vacíos que las decepciones van dejando. Muchas veces cuando no hay un núcleo familiar lo suficientemente fuerte, los hijos buscan un grupo para poder sentirse cubiertos. De nosotros depende, que esa edad tan difícil como lo es la adolescencia, no sea la puerta a la destrucción de las vidas de nuestros hijos o hijas.
Un buen amigo es como agua fresca, bálsamo para nuestras almas y es nutrición para los cimientos de una estabilidad emocional sana. Es un apoyo en momentos de angustia, y a ellos se les cuenta, hasta lo que nosotros como padres no sabemos. Sepamos apoyar, también esas amistades. Las que perduran, las que veamos que siembran cosas positivas en nuestros hijos. Indagemos, preguntemos, no nos cansemos de asegurarnos que la vida de nuestro más preciado tesoro, está rodeada de buenas influencias.
Un mal amigo puede ser la puerta a muchas desgracias. Acarrear dolor no sólo a nuestros hijos, sino a toda la familia. Y en muchos casos puede llegar a ser un arma letal, que no sólo acabará con la vida de nuestros amados, sino que los hundirán, quizás en algo de lo cual, si no actuamos a tiempo, podríamos lamentarlo profundamente.
Seamos cautos con las vidas de nuestros hijos. Formemos lazos de comunicación para que ellos puedan tener la confianza de presentarnos a sus compañías. Seamos sinceros y no compitamos con las amistades de nuestros hijos. Seamos sabios al hablarles cuando veamos que algo no funciona bien. En otras palabras, no seamos ajenos a cuanto ocurre en sus vidas, porque el ser adolescentes no les quita, la fragilidad de su corazón, la confusión de su mente, y el estatus de ser niños que están en una transición a la vida adulta.
En todo tiempo ama el amigo,
Y es como un hermano en tiempo de angustia.
(Proverbios 17:17)RV1960
Y es como un hermano en tiempo de angustia.
(Proverbios 17:17)RV1960