Hay etapas en la vida de los jóvenes en la que estos se ponen más sensibles a la crítica y a la compañía de sus hermanos, pues buscan una intimidad que es muy difícil de obtener de la noche a la mañana. Los hermanos pelean desde que el mundo es mundo, si no lo creen, pregúntele a Abel. Desde que son pequeños se crea entre ellos un difícil equilibrio odio-amor- a veces se adoran y en ocasiones parece los peores enemigos.
En esto tiene mucho que ver la relación de sus padres. No importa cuanto se quiera a un hijo, siempre se pondrá celoso de las atenciones que recibe el otro. Incluso, a veces se llega a hablar del consentimiento de mamá, para resentimiento de los otros hijos. Estas situaciones pueden extenderse durante toda la vida y han dejado huellas en cada uno de nosotros.
Pero quizás la etapa más difícil es la adolescencia, porque es entonces cuando se cimentaran las bases de lo que será la relación en el futuro. En este momento parece que ocurriera un nuevo reordenamiento territorial. Los hermanos que iban a todas partes juntos comienzan a distanciarse y a tener amigos parte. Por otro lado, las niñas tienden a establecer un armisticio con los chicos y por primera vez en la vida se comportan realmente hermanas. Entre ellos surge una complicidad que hasta ese momento no existía, quizás por esa necesidad que tienen de comprender al sexo opuesto.
En la edad mas difícil, la adolescencia, en los jóvenes se produce cierto estado de introversión, el hallazgo de la propia identidad en la soledad consigo mismo. De ahí que el adolescente sufra un gran cambio y tienda al aislamiento, esta reflexión trae alteraciones en la convivencia con los padres y los hermanos manifestando indiferencia con todo lo que tenga que ver con la vida familiar y esta unión que existía entre hermanos. Ahora podremos verlos frecuentemente discutiendo por todo, enfadándose por cosas mínimas, no queriendo salir juntos. Es como si de repente se hubieran vuelto unos extraños.
Durante la adolescencia se produce grandes cambios hormonales que perturban la vida afectiva, están más excitables, de mal humor, con mayor tensión nerviosa… Esto conlleva a peleas y choques entre hermanos, puesto que pasan muchas horas juntos en el mismo espacio y comparten en algunas casos habitaciones ( lo que supone una perdida de intimidad), tiene que realizar tareas en común. Estas tensiones aumentan si comparten los mismos amigos, pues sienten que su hermano le puede hacer sombra entre el grupo de amigos, lo que aumenta las discusiones.
Por esto, no hay que desesperarse, pues es preciso tratar este tema con mucha comprensión y tacto; el que los padres adopten un tono autoritario, cada vez que pelean, será más ben perjudicial, ya que acrecentará la obstinación y la terquedad entre ellos, y hacia los propios padres. Hay que tener mucha paciencia ante sus constantes cambios de animo y estar siempre dispuestos al dialogo con ellos. No conviene apoyar a ninguno de los dos dándole la razón al conflicto, es mejor que lo resuelvan entre ellos.
Lo que sí se debe hacer es oriéntarlos a la hora de razonar, además de ofrecer modelos positivos de dialogo y no de enfrentamiento.
Mirad cuán bueno y cuán delicioso es
habitar los hermanos juntos en armonía…
(Salmos 133:1)
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano,
es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano
a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
habitar los hermanos juntos en armonía…
(Salmos 133:1)
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano,
es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano
a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de él:
El que ama a Dios, ame también a su hermano.
(1 Juan 4:20-21)
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