sábado, 7 de junio de 2008

DISCIPLINA CON AMOR !!

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Su hijo crecerá con unas u otras convicciones dependiendo de cómo usted se comunique con él a diario, sobre todo en los momentos difíciles. De ahí, la importancia de saber por qué conviene corregirlo y cómo y cuándo tiene que hacerlo.

Muchas veces, la disciplina es un concepto que asociamos al castigo físico o mental, a algo que nos obligan a hacer en contra de nuestra voluntad, a un deber que aborrecemos. En realidad, la disciplina debería consistir simplemente en enseñar a los niños a comportarse bien para ser felices en la vida. Para hacerlo es preciso informarles cuáles, según nuestra experiencia, son las conductas aceptables.

Una norma para conseguir que su hijo sea disciplinado es ponerle limites pero sin coartarle su libertad ni frenar el desarrollo de su autodeterminación. Para ello, pónganle sólo los que sean realmente imprescindibles. Lo ideal es que la educación que le dé a su hijo vaya dirigida a conseguir que él mismo se los imponga siguiendo su ejemplo y apoyándose en su orientación, y no atemorizándolo con castigos ni imposiciones por la fuerza. Con todo, se verá en la obligación de corregirle. Pues el padre que ama a su hijo le corrige. (Hebreos 12:5-11).

Para ello conviene que tenga muy clara la frontera entre lo que considera tolerante e intolerable, que reflexione sobre el porqué de sus límites y que esté dispuesto a hacérselos respetar sin enfados, pero también sin concesiones. A veces le costará entender las razones por las que su hijo se porta mal, pero no debe tomar sus acciones como un ataque sino como parte de un proceso natural de crecimiento y de una necesidad de comprobar los límites de su tolerancia. Muchos de los comportamientos inadecuados de los niños son pruebas a las que ellos recurren par saber si pueden seguir haciendo algo o no, son demandas de orientación. Por eso, debe estar atento y corregirlo tantas veces sea necesario en lugar de pasar por alto sus malos comportamientos.

Por ejemplo, si le contesta mal y no le reprende, él irrespetará a los demás y a usted creyendo que está bien hecho. Y, además, echará por tierra su idea y sentido de la seguridad, ya que el pequeño desea que usted sea alguien con fortaleza y capacidad de guía, alguien en quien confiar. Si no lo corrige, le fallará como padre.

Pero, ¿Cómo debe corregir las conductas negativas? Se debe tener en cuenta que el castigo vengativo no es adecuado, como tampoco lo es el ignorar las conductas infantiles erróneas. Lo mejor es educar mediante “el aprendizaje de las consecuencias”. Si advierte a su hijo sobre las consecuencias de su mala conducta y deja que las experimente (siempre que su seguridad no esté en peligro), no sólo evitará que le vea como a un “enemigo” que le impone sus caprichos a la fuerza, sino que le ayudará a entender que es su propia conducta inadecuada la que le ha privado de algo que deseaba.

Desde el punto de vista de su hijo, un castigo es algo desagradable que usted u otro adulto le imponen, mientras que una consecuencia es algo que él se ha buscado. Siempre que la ocasión lo permita, premie sus conductas positivas; hacerle ver la consecuencia negativa de sus actos inadecuados y corregirle cuando sea necesario (mostrándole siempre afecto). No olvide que su ejemplo es lo más importante. De nada servirá exigirle que no grite y pida el favor, si todo lo que oye en casa son malos modales y gritos.

Una de las principales tareas para educar a su hijo, consiste en advertirle sobre los efectos de sus malas conductas y, una vez hecho esto, intentar no coartar su libertad de elección y permitirle que lleve sus acciones hasta las últimas consecuencias. Equivocándose y llevándose un pequeño susto, aprenderá las lecciones de la vida con información de primera mano, no se le olvidará jamás y él mismo tomará la decisión de variar sus conductas negativas por iniciativa propia, sin necesidad de forzarle.

Si su hijo desordena la casa, no lo grite ni lo golpee, sencillamente hágale limpiar y reparar todos los daños ocasionados.

Basta con que él afronte
las consecuencias de sus actos.

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