martes, 30 de diciembre de 2008

Al iniciar un nuevo año

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Damos gracias por todos los momentos vividos,
por todos los abrazos recibidos,
por todas las sonrisas manifestadas,
por todas las bendiciones derramadas

Damos gracias por nuestras familias
por nuestros amigos
por aquellos que en algun momento
vinieron a formar parte de nuestra vida

Damos gracias por que no faltó el alimento
a nuestra mesa
ni el vestido en nuestra familia
porque siempre hubo provisión para el hogar

Damos gracias por la salud,
damos gracias por los que ya partieron
hacia la patria celestial, porque ahora
están más cerca de Dios que nosotros

Damos gracias por respirar cada día
un nuevo aire de esperanza,
porque sabemos que nos encaminamos
hacia algo grande, algo hermoso..

Damos gracias por los sueños y los proyectos
porque sabemos que caminando y esforzándonos
los alcanzaremos y estaremos al final
de este nuevo año, agradeciendo también por ellos

Damos gracias por las personas que el Señor
nos permitirá tocar, por sus vidas
por la transformación de las mismas
por la bendición que llegará a esos hogares

Damos gracias por tener el mejor aliado
para que nuestros sueños se cumplan
para que nuestras metas sean alcanzadas
y nuestras ilusiones se cumplan

Jesucristo... nuestro camino,
nuestra vía al Padre
nuestro mejor amigo
y el mejor abogado delante de Dios

Este es un año que termina
con algunas tristezas,
con algunos sinsabores
pero todos son desechados
ante la gratitud que reina en
nuestros corazones

Enfrentemos este nuevo año
con la total convicción de que
existe para todos nosotros
una mejor vida, un mejor futuro
abundancia y prosperidad
y el amor de Dios Padre rodéandonos
en todo momento

Damos gracias por un año compartido
junto a ustedes, amados lectores,
esperamos que este nuevo año que
nos llega, podamos estar aún más
junto a ustedes en cada día de su vida
compartiendo de las maravillas
que Dios hace y hará para sus Hijos...

domingo, 28 de septiembre de 2008

RECUERDOS!!!

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La añoranza a veces es un encarte, porque quedamos atados a un pasado que no nos deja avanzar. No cabe duda, algunos recuerdos llevan el veneno del resentimiento y nos chuzan cada vez que los traemos a la memoria. Sin embargo, en el fondo, no somos más que historia hecha presente. Cada uno es el resultado de una narración singular, única e irrepetible. Un cuento donde somos los protagonistas principales.

Pero, curiosamente, sufrimos de una extraña forma de amnesia autobiográfica. Se nos pierden las huellas. El camino que hemos transitado, de pronto, nos resulta irreconocible. La omisión retrospectiva del yo. Como si se tratara una espora o un hongo que nace por generación espontánea, los orígenes dejan de existir.

Olvidar de dónde venimos es negar el linaje personal. Y no hablo de la obsesión por las nacionalidades, la insoportable alcurnia de arrastrar la carga de unos cuantos apellidos o mandar a enmarcar el “escudo familiar”, tratando así de reivindicar una aristocracia folclórica pasada de moda, sino del lugar afectivo donde se gesto nuestra mente. La memoria profunda, las confesiones y los episodios que nos marcaron. La red interpersonal donde enredamos la humanidad que nos compete.

Las primeras experiencias: ahí radica nuestra esencia. No en las más frecuentes, las penúltimas o las antepenúltimas, sino en las primeras. Aquellas que llenaron el alma y dejaron su marca en el disco duro.

El primer “amiguito”, y las penurias de tener que compartir lo que nos querríamos entregar. Ahí nació, con seguridad, el primer esbozo de envidia. El primer cumpleaños, que no era de uno, sino de los papás. El primer día de colegio: la gran tortura de estudiar y la dicha del recreo. Fue cuando entendimos eso de la socialización, la primera maestra, de la que nos enamoramos aunque fuera malgeniada.

La primera ida al circo: lo monstruoso de los payasos, el susto por los acróbatas que nunca se caían. El primer hermanito o hermanita, y la terrible frustración de tener que renunciar de mala gana a un pedazo de mamá. El primer regaño consciente y la primera pela (castigo): el ego maltratado, un dolorcito en el corazón y descubrir que, pese a todo, nos seguían queriendo. La primera caries y el ruido penetrante del torno manejado por un señor de bata blanca y con cara de dentista.

El primer baile, el primer amor, el primer beso, el primer velorio y los llantos colectivos que nos hacían llorar sin entender qué pasaba. El primer matrimonio de alguien cercano, y el primer ataque de soledad.

El primer día de universidad, el primer día de trabajo, el primer sueldo, la primera casa, el primer coche, el primer hijo y así sucesivamente. Pasó a paso. Acumulando reseñas y trepando escalones que apenas recordamos. Definitivamente, estamos llenos de “primeras veces”.

Aunque no seamos muy amigos de la remembranza, hagamos el intento. Sentémonos a pensar cualquier noche de estas. A recapitular en cámara lenta, sin afanes. Cuando nadie este despierto, saquemos los momentos vividos. No necesitamos música, ni trago, ni recordatorios artificiales, solamente estar cara a cara con el pasado. Y recordar esos momentos especiales que pasamos con los nuestros, con tu pareja, con tus padres, con tus hijos y llenar con esos momentos inolvídales, los vacíos o incertidumbres que a veces quieran robar el gozo y la armonía.

Los padres deberían filmar la vida de sus hijos a escondidas. Y un buen día, hacerles llegar unos DVD repletos de imágenes indiscretas, muecas indescifrables y sonrisas mal disimuladas; Pero desde luego poder disfrutar de esos momentos únicos que nos han llevado a ver lo hermoso de la vida y el disfrute de la bendición, es un regalo para tener en cuenta, y una historia singular, que no seria para contar, sino para degustar.

Nosotros hablaremos del poder,
belleza y majestad de tus hechos maravillosos;
yo pensaré mucho en ellos
y los daré a conocer a mis propios hijos
.

(Salmos 145: 4-6) BLS

viernes, 15 de agosto de 2008

CRISIS......

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Ante una crisis. Lo mas lógico parecería ser salir de ella cuanto antes, sea cual sea su origen o la actitud que asumamos ante su presencia, pues estas no siempre deben verse como un peligro, sino como una oportunidad de cambio. Sin embargo dentro de la familia se presentan situaciones en la cuales persisten las crisis y se vuelve recurrente, sin que de ella resulte algo positivo.

Las crisis se presentan unas tras otras. La familia se niega a toda costa a encontrar soluciones a los problemas de los que tanto se quejan. Daría la apariencia que frente a cada crisis, la familia fuera a disolverse, pero no sucede así, lo que seria el problema de la familia resulta ser su propósito.

Lo que subsiste en el fondo es un temor a las consecuencias de reconocer las crisis, pues esto podría llevar a la disolución de la familia, por fuera de las intenciones de sus miembros, mutuamente dependientes a pesar de los conflictos. Esto los lleva a pasar por alto los factores de crisis, de tal manera que nunca salen de ella.

Nos suene extraño, algunas estructuras familiares son tan inestables que cualquier cambio puede resultar devastador. Estas familias se han organizado alrededor de la inflexibilidad. Cada emergencia es un grito para que alguien acuda una vez más a protegerla de la necesidad de modificar su defecto evidente. Pero si buscan consejo realmente al final no cambian, mantenerse en crisis es la forma en que han aprendido a luchar contra el cambio, pues contactarse con sus sentimientos, hablar de ellos les produce temor. Seria como crear nuevas formas de abordar las relaciones familiares y la vida misma, la cual no les genera mucha confianza.

En otras palabras, la crisis estructural es como una especie de terremoto que surge periódicamente producto de fuerzas internas profundas. En estas familias, la crisis no tiene que ver con la tensión, como tampoco se hace esfuerzo por evitarla o comprenderla. Lo que se evita es el cambio.

Familias con miembros alcohólicos, adictos o violentos pueden caber dentro de esta categoría. Sus energías parecen invertirse en evitar que ocurra alguna transición evolutiva. Pudiéramos preguntarnos porque hay quienes viven con alcohólicos o personas violentas y podemos respondernos que es por la dependencia o la necesidad de protección, pero más allá de ello, el esquema de la crisis presenta la “ventaja” de que impide tener en cuenta la realidad en cualquier circunstancia, y enfrentar las fallas con racionalidad.

El origen de esta recurrencia estaría en sus historias familiares, las cuales no les permiten desarrollar una confianza básica que lleve a explorar la vida con un mínimo grado de seguridad. Historias de violencia, desamor, abandono, pérdidas, no les han permitido creer en los otros y abrir sus corazones para que alguien se acerque a su intimidad.

Existen crisis llamadas de desarrollo que son universales y por lo tanto previsibles, pues todos los seres humanos atravesamos por ellas. Representan cambios permanentes en el status y función de los miembros de la familia. Hacen parte del ciclo vital de la persona y de la familia (conformación de la pareja, nacimiento de los hijos, aparición de la pubertad, la adolescencia, el nido vacío, la vejez y la muerte).

La crisis aparece cuando una parte de la familia trata de impedir o activar la crisis en lugar de definirla y adaptarse a ella. También existen crisis de desvalimiento, en aquellas familias en las que uno o más miembros son disfuncionales y dependientes. Es así como el miembro dependiente mantiene anclada a la familia con sus exigencias de cuidado y atención. La crisis de desvalimiento es más grave cuando se requiere ayuda especializada, como en el caso de enfermedades crónicas o terminales.

Hay que tener en cuenta que en toda etapa de la vida, los cambios o alteraciones de la cotidianidad producen crisis que pueden ser entendidas sí se miran como un proceso vital.

Enfrentar las crisis es el mejor alivio para una familia, no importa que durante su confrontación salgan a relucir situaciones molestas, es más perjudicial esconderlas.


viernes, 8 de agosto de 2008

LA RUTINA.

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La gran mayoría de las parejas que llevan varios años de unión infortunadamente lo han experimentado o lo viven conscientemente o inconscientemente: Una gran insatisfacción. Y no porque no se quieran. Simplemente porque el matrimonio cae con demasiada frecuencia en una rutina que va convirtiendo a las dos personas en compañeros que comparten un espacio, trabajan para sacar adelante a sus hijos y para consolidar un espacio laboral. El resto de tiempo se va en atender a la familia- padres, hermanos, tías, abuelos, primos, etc.- y en cumplir con los diversos compromisos –compras, colegios, amigos. Lo peor es que a pesar de las apariencias y de los logros económicos y sociales, la sensación de vacío es cada vez más profunda.

Debido a las presiones y a las exigencias de la vida actual, el matrimonio ha ido perdiendo su esencia. De allí el cansancio, el aburrimiento y esa pregunta ¿Es esto todo? Claro que esa inconformidad que puede ser momentánea o padecerse a largo plazo tiene remedio. Aquí lo que se requiere es centrarse más en la pareja, valorarse mutuamente y, sobre todo, reencontrar el valor de esa unión en el alma y el espíritu. Para ello se necesita deponer el ego y rescatar el respeto como formula para el conocimiento total, el amor profundo y la valoración absoluta, única manera de deponer peleas, quejas y aburrimiento. En muchas parejas las relaciones no se valoran ni se respetan. “la gente le presta más atención y cuida mejor su auto que su matrimonio”. Eso, para no mencionar el cinismo y los chistes que se hacen entorno al matrimonio.

Pero, ¿Que hacer para lograr ese lazo que conlleva crear una buena familia, una buena comunidad y, como resultado, un mundo mejor? Simplemente, y aunque asuste a muchos, introducir algo de espiritualidad a las relaciones; lo cual no significa religiosidad, ritos o sacrificios, sino disfrutar y vivir un poco más al otro. Teniendo en cuenta que Dios instituyó el matrimonio, y como creador tiene la bendición que cada familia necesita.

También se hace necesario recapturar esa emoción del enamoramiento. Establecer unas horas en las que ninguno de los dos tenga permitido censurar o criticar. En vez de eso hablar de lo que valoran en el otro. Y elogiar esas cualidades que hay en cada uno. Desháganse de sus viejas imágenes. Primero observe las imágenes que tiene de si mismo(a). Tal vez piensa que no es suficientemente bueno(a) o no es tan brillante. No importa si la imagen es positiva o negativa; ambas le mantienen atado(a) a un ciclo de esperanza y frustración. Desháganse de la ira acumulada. Los resentimientos no resueltos crean grandes barreras. Hay que destruirlas, ladrillo por ladrillo. Actúen como lo haría con alguien a quien respetan profundamente. Sin gritar, sin insultar, sin ofender. No remuevan el pasado.

Restablezcan la confianza. El conocimiento de que su matrimonio es una prioridad se debe tener muy presente, el amor sin otros intereses; Libertad del temor al abandono; confianza en su intuición y valores.

Busque y centre el amor: Todos deseamos sabernos amados y aceptados. Todos sabemos que los niños lo necesitan y lo merecen, pero como adultos pretendemos estar satisfechos con menos y eso es un error. Borre los pensamientos negativos. Limpie su mente de imágenes suyas y de su pareja, dígale a la otra persona que la ama, déle sentido a sus palabras y hágalo con frecuencia. Recuerde que en gran parte depende de nosotros, poder mantener nuestro hogar firme, y esto tiene mucho que ver con nuestras actitudes.

miércoles, 23 de julio de 2008

EL RESPETO.


El respeto es fundamental, básico y necesario para mantener una relación armónica con los demás. Además es una obligación que contraemos desde el mismo momento en que nos hacemos conscientes.

El amor y el respeto van de la mano. Cuando se ama, se aceptan y se perdonan los defectos del otro. Cuando se escoge depositar afecto y ternura en la gente que nos rodea, la vida se vuelve más agradable y alegre.

Todos debemos ser respetados, sin embargo hay quienes lo exigen sin merecerlo. El respeto se gana cuando se aprende a darlo a los demás. Nunca lo recibiremos si no lo hemos ofrecido a quienes nos rodean.

Si existiera mayor respeto entre los hombres no habría tanta violencia. Todo consiste en tratar a los demás con la dignidad y distinción que se merecen, en aceptar que el otro piensa, opina y actúa de manera diferente a la suya.

Sin respeto, una relación de pareja no funciona. Si conoce las grandezas y debilidades de su compañero, aprenderá a entenderlo y a ayudarlo cuando lo necesite.

Nunca cuente a su familia los problemas que tiene con su pareja, esto sólo le hará tener mayores conflictos y malentendidos. Además, cuando haya pasado la tormenta, todos habrán quedado con una imagen equivocada de su relación. Es conveniente que cuando tenga una dificulta en su relación acuda a una persona de confianza, a un orientador, a un consejero espiritual, quienes le podrán ayudar a resolver su problema, brindándole la información, el consejo o la alternativa para salir de la encrucijada.

Es diferente que hable de los problemas con su pareja con el fin de encontrar caminos para solucionarlos, a que lo haga con la intención de poner en su favor a los demás y hacer creer que la culpa de todo la tiene el otro. El respeto también consiste en callar y ser prudente. Nunca grite a su pareja y mucho menos le diga palabras que puedan herirla. Recuerde que después de que se han dicho las cosas, es muy difícil que se olviden del todo. Es mejor que espere a que se calme la situación. Cuando usted aprende a escuchar y a dialogar en calma y armonía, se hacen más sencillos los problemas.

Otra manera de respetar a su pareja es no meterse en su intimidad. Todos necesitamos de un espacio y es mejor que su pareja no se sienta invadida ni asfixiada. No se le ocurra leer su correspondencia sin permiso ni escuche sus conversaciones telefónicas, no revuelva sus papeles ni esculque sus bolsillos.

No permita que su pareja piense que le está espiando, la confianza también es respeto. Cultive una relación sincera y afectuosa donde se puedan tratar situaciones diferentes. Si lo hace de esta manera logrará comunicar sus puntos de vista y llegar a buenos acuerdos.

El respeto es un sentimiento o una actitud deferente con la que se trata a alguien en razón de su autoridad, edad o merito. Nos lleva a reconocer los derechos, la dignidad y el decoro de una persona y nos obliga a abstenernos de ofenderle.

Recuerde que pareja viene de par y por tanto ambos componentes deben involucrarse y comprometerse en la lucha por obtener el equilibrio y mantener la armonía de la relación. Si logra tener una comunicación abierta, comprensiva, afectiva y sincera evitará muchos problemas y será más feliz.

viernes, 11 de julio de 2008

HONRÁLOS !!!!!

La gente mayor, como tiene más fresca su memoria respecto a lo vivido hace años, que frente a los acontecimientos recientes, suele contar anécdotas, aventuras y hazañas de otros tiempos que gustan especialmente a los niños. Esta costumbre, además de ayudar a mantener la memoria familiar, es una manera sencilla y divertida para que los niños conozcan sus raíces a sus orígenes.

Aunque los abuelos no están a la moda en cuestión de juegos de video o computadores, ellos tienen la ventaja de poder enseñar a sus nietos las tradiciones de la familia para que las conversen. En muchas familias, los abuelos son personas con valores religiosos, morales y familiares que son dignos de ser seguidos e imitados por las nuevas generaciones. En las culturas de Oriente, los abuelos tiene una alta estima y por eso sus opiniones y consejos son imprescindibles para la educación de los más jóvenes.

Hablar con los nietos, de los grandes y bellos recuerdos, de los malos y los tristes, va creando en el niño valores de la vida y del trabajo, que son muy importantes para su crecimiento emocional y espiritual. Los abuelitos, aunque consentidores, forman parte de la educación de sus nietos gracias a su gran experiencia, no se puede negar que muchas personas aprendieron a tejer o a bordar con sus abuelas, o a pescar y a pintar con sus abuelos.

En las fechas especiales, generalmente los abuelos son los que explican el valor de las fiestas, con ellos se aprende de música y de baile (tango, Charleston o vals), también de cocina (postres que son secretos de familia), de costumbres (coleccionar estampillas, jugar cartas), etc. Son muchas y muy variadas las tradiciones que existen en cada familia.
Aunque en ocasiones no se crea, así, los abuelos tienen un papel trascendental en la educación de las tradiciones y en la cultura familiar. A estos seres tan queridos y tan sabios hay mucho qué aprenderles.

Ninguna guardería reemplaza los maravillosos cuidados de los abuelos hacia los nietos. A través de sus juegos y de sus charlas, los niños aprenden a socializarse con gente de todas las edades, y a entender el significado una vida que tiene propósitos, metas y valores.

La admiración por los abuelos y el respeto hacia ellos son fundamentales para que los hijos experimenten el valor de la familia.

Con manifestaciones de amor, los abuelos prolongan en la educación de sus nietos lo que han aprendido a lo largo de su vida. Los abuelos conservan las tradiciones familiares.

Delante de las canas te levantarás y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Dice el Señor vuestro Dios.
(Levítico 19:32).

lunes, 7 de julio de 2008

CULPABLE !!!!

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Los padres utilizamos dos técnicas educativas para lograr que nuestros hijos se mantengan dentro del límite de lo social y moralmente aceptable. A una se le conoce como resistencia a la tentación, y consiste en castigar (lastimar) al infante para que no cometa la conducta inadecuada. Este castigo condiciona al sujeto al dolor que produce la sanción. Es decir, genera miedo. Cuando papá y mamá no estén, la sola idea de violar las reglas le producirá temor y sufrimiento anticipado, entonces evitará sentir la sensación desagradable. Si el sujeto se autocontrola y se porta bien, no aparece la ansiedad.

La otra técnica no induce miedo, sino culpa. Aquí los padres no castigan introduciendo un aversivo externo, sino que hacen sentir mal al niño por haberse portado mal. Por ejemplo, supongamos que un muchacho rompe un jarrón de porcelana fina y la mamá comienza con un lamento desdichado, reiterativo y sostenido sobre cuánto quería el dichoso jarrón. La tragedia en grado superlativo. Al muy poco tiempo, el pequeño transgresor, sentirá en carne propia el dolor de su madre. Lo experimentará con penitencia, con culpabilidad: “Mi mamá está sufriendo a causa de mi descuido...Soy el responsable de su dolor”. Es probable que al no soportar más la situación, pida perdón: “Perdóname mamá. Me equivoqué, soy un torpe. No lo vuelvo a hacer”. Acto seguido, la madre recompensa doblemente al niño: deja de echar cantaleta (le quita el aversivo) y lo abraza con ternura (lo premia afectivamente).

Si este estilo se vuelve costumbre, el niño se sensibilizará al sentimiento de culpa como si fuera un choque eléctrico. Cuando los papás no estén, se portará bien para no sentirse culpable, es decir, evitará la incomodidad del remordimiento. En realidad, uno puede asumir la responsabilidad del dolor causado e intentar repáralo sin atacar la valía personal:”Me equivoqué. Asumo mi responsabilidad. Realmente lo siento mucho y me duele lo pasó...Intentaré remediarlo…”. Esto es suficiente. No hay que suicidarse emocionalmente para reconocer los errores. Puedo sentirme consternado y muy preocupado, pero aún así mantenerme digno frente a la equivocación.

Una verdadera educación por valores, no debe incluir miedo ni culpa, sino convicción razonable. O lo que es lo mismo: creencia valorativa. No robar, porque va en contra de mis principios, es distinto a no robar porque no quiero sentirme malo o porque me da miedo que me pillen. En el primer caso actué por una motivación ética, en el segundo, para evitar el malestar.

Un estilo de vida cargado de culpa, es como un carro con el freno de emergencia puesto. Todo es lento y complicado. La espontaneidad cede paso al temor, y cada actuación se somete al escarnio interior a ver si pasa el examen. No digo que debamos despreocuparnos de nuestros actos y obrar con libertinaje, lo que sostengo es que como seres racionales y conscientes, podemos recapacitar sin flagelarnos y aprender sin condenarnos.


viernes, 4 de julio de 2008

APOYAR CON RESPONSABILIDAD !!!

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Para nadie es un secreto que no hay nada más importante para la estabilidad emocional del ser humano que una relación armónica familiar. Y esto comienza por la pareja. Así que si realmente quiere ser feliz y vivir en paz, comience por trabajar su matrimonio y dedicarle el tiempo que se merece.

¿Qué no sabe como? En particular es porque cada vez que quiere dialogar o tener una atención especial con su pareja, ésta se mete mas en si misma o le presta menos atención. Entonces vienen las quejas y los reproches mutuos. Cuando este tipo de situaciones se presentan, es necesario ver el patrón de comportamiento como un problema, donde cada uno de los dos está provocando la actitud del otro. Lo primero que se debe hacer es dejar de intentar que la otra persona cambie, convencido(a) de que esta haciendo lo correcto; la persona que pretender “ayudar” o “conmover” a la otra, lo que hace es empeorar la situación. Tratar a la pareja como a un chiquillo puede causar mayor depresión en el otro. Si quiere romper el círculo vicioso de una relación en la cual uno de los dos miembros quiere y el oto huye siempre, debe olvidarse de los fantasmas de rescate. Dígale a su pareja que esta en disposición de ayudarle y que tiene ideas para hacerlo, pero que lo hará cuando ella tenga también la disposición de recibir ese apoyo y esos consejos. Luego, resista el impulso de interferir. Puede resultar duro, pero es necesario.

Los hombres en particular, cuando se deprimen tienden a guardar los sentimientos, al contrario de las mujeres-Y a sumergirse en el trabajo, en un deporte, e incluso, en la bebida. Eventualmente salen adelante solos. Ustedes comparten la vida pero no deben “vivir” y mucho menos manipular la del otro.

Trate de ver el problema de la otra persona como algo que usted comparte en vez de algo que solo le atañe a ella. Es muy difícil vivir con alguien depresivo sin ser afectado(a) por ello. Peor aún, si el estado de ánimo de la otra persona le ha llevado a encerrarse emocionalmente. Es probable que usted sienta soledad, rechazo y hasta furia. Las soluciones a los problemas hay que buscarlas conjuntamente y no imponerlas.

Piense en lo que pueda hacer para que a usted no le ataquen la amargura o el resentimiento. ¿Que tal dedicarle más tiempo a algo que disfruta o poner en marcha esa idea que ha soñado realizar desde hace mucho tiempo? Cuéntele a su pareja sus planes. Eso ayudará a que de pronto él o ella se anime y haga lo propio. Si las depresiones y males de su pareja se han convertido en altibajos consuetudinarios es hora de que también piense en sus propias necesidades.Si todo parece indicar que su pareja no quiere o no puede cambiar, pregúntese que comportamiento definitivamente usted no esta dispuesto(a) a aceptar. Y hágaselo saber. Al final, la mejor forma de ayudar a una pareja deprimida es expresar su amor y preocupación pero poniendo de presente hasta qué punto está dispuesto(a) a llegar. Luego, trátele como a un adulto que puede asumir su propia vida. De lo contrario, la otra persona nunca tomará las riendas de su existencia ni madurará.

Así que, los que son fuertes deben soportar las flaquezas de los débiles, y no buscar solamente el agrado de si mismos. Cada uno de nosotros debemos llevar sobre nuestros hombros la responsabilidad de velar por las dudas y los temores del prójimo, hagamos cuanto contribuya al bien y a la edificación de ellos, nos instruye la palabra de Dios. Y aun con más responsabilidad a los de su familia. (Romanos 15:1).B.D.

lunes, 30 de junio de 2008

LÍDER O SEGUIDOR !!!

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Prefiere que su hijo sea un líder o un seguidor? Lo más seguro es que como todos los papás del mundo quieren que sus hijos sean los mejores, todos aspiran a que sus vástagos se preparen lo mejor posible y se conviertan en personas de éxito. Es decir en líderes. ¿Puede convertirse un pequeño en líder? Claro que sí, pero… Aunque algunos niños son lideres innatos, todos tienen potencial para lograrlo con entrenamiento y práctica.

Entre las características más importantes de un triunfador se incluyen la confianza en si mismo, aceptación de las responsabilidades, sensibilidad ante las necesidades de los otros y sentido de la amistad, todas cualidades deseables en una persona.

Sin embargo, existen muchos equívocos en el concepto de liderazgo. Uno de ellos es el de pretender ganar siempre. La actitud de “primero yo” no sólo es molesta: conduce al ostracismo y al rechazo. Los pendencieros también están fuera de lugar.

Los lideres son niños en quienes los otros buscan ayudan y consejo. Los fortachones pierden amigos, los líderes los atraen. Finalmente, el liderazgo no es algo que los padres puedan forzar en los hijos. Exigir logros a un pequeño, a costa de su individualidad, sólo crea estrés y daños en su autoestima. Sin forzarlos, hay métodos para inculcar un espíritu de confianza en sí mismos en todos los pequeños.

Introduzca la “idea” de liderazgo llamando su atención sobre los lideres que aparecen en las noticias. Por ejemplo, si alguien anuncia una iniciativa que conlleva a que la gente trabaje conjuntamente, explíquele por qué esa persona es un buen líder. Usted también puede leerle o contarle la biografía de personas que se han destacado por su coraje o ejecutorias, incluidas las de su comunidad.

Los niños son unos imitadores naturales y usted puede capitalizar esa tendencia dando ejemplo. Los hijos tienden a imitar las actitudes, valores y comportamiento de los padres. Siempre que usted asuma un papel de líder, coménteselo a su hijo. Si esta organizando un evento para recoger dinero para algún lugar de beneficencia, por ejemplo, explíquele las razones, sus planes y cómo alcanzar sus metas.

Una de las razones para ser líder es que sea convincente y para esto es indispensable que hable y se comunique bien. Esto se puede inculcar en el niño desde el comienzo. Muchos padres consienten a su bebé pero no le hablan porque no hay respuesta; Pero esta comprobado plenamente que la estimulación de hablarle al bebé es fundamental para el desarrollo de la inteligencia, del entendimiento y el comportamiento social. Nómbrele los objetos, cántale y cuéntele historias. Convérsele y respóndale en la medida en que desarrolla el habla. Muchos padres explican e instruyen tanto ellos mismos, que no dan oportunidad a sus pequeños para que pongan en práctica sus conocimientos.

Un buen líder puede ver las cosas desde la perspectiva de la otra persona. Aunque la empatía no es precisamente un don infantil, si hay evidencias de que algunos, aún de caminador, se sienten impelidos a confortar a otro que, por ejemplo, está llorando. Para enseñar a su hijo a reconocer en los otros, dígale cosas como: “¿Porque cree que llora Camilito? Tal vez él está triste por que su mamá no lo ha venido a recoger. Veamos si podemos ayudarlo para que se sienta mejor”. También muéstrele sus sentimientos. Cuando su pequeño haga algo desconsiderado, explíquele cómo le hace sentir. Cuando sea amable, dígale cuánto lo aprecia y le gusta.

Los niños necesitan oportunidades para decidir. De otra manera, no aprenderán a hacerlo. Esto no significa que haya que dejarlos actuar a su libre albedrío. Usted debe guiarlos, pero déjeles la oportunidad de practicar. Empiece desde que están en caminador con preguntas como. ¿Que pelota vas a llevar al parque? A los preescolares pregúnteles a quienes les gustaría invitar para jugar o qué video quieren alquilar. En la medida en que vayan creciendo, amplíe las posibilidades para que tomen sus propias decisiones. Los grandecitos disfrutan teniendo voz en las decisiones de la familia.

Procure no presionar a su hijo(a) cuando muestre un deseo compulsivo de ocupar el primer lugar en todo, en particular para complacerle a usted, cuando presenta síntomas de estrés como desorden para dormir, pérdida de apetito, dolor de cabeza, letargo. Cuando hace resistencia incumpliendo tareas, evitando prácticas o ensayos u olvidando sus deberes escolares. Cuando muestra tics nerviosos como enroscarse el cabello, comerse las uñas, movimientos musculares involuntarios, o que se queja más de lo normal de las cosas triviales y manifiesta agotamiento con frecuencia. Es mejor brindarles confianza, manifestarles cariño y hacerles sentir que como padres están para ayudarles; Es importante tener encuenta un consejo muy especial que nos da Dios en su palabra, que nos dice:

Padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien críenlos en disciplina amorosa, consejo sabio, que aprendan a amar a sus semejantes y a tener amor al Señor. (Efesios 6: 4).

Haga de su hijo(a) un líder y no un seguidor.

jueves, 19 de junio de 2008

LA PAREJA !!!!!

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En la sociedad moderna es común ver que las relaciones sentimentales son poco duraderas. Pero, ¿en qué radica este fenómeno y qué se puede hacer para solucionarlo? Son muchas las causas que pueden producir la disolución de una pareja. Entre ellas la infidelidad, que puede ser producida por la “desidealización” de la pareja, por que las necesidades no pudieron suplirse debidamente, o quizás porque ya no hay curiosidad ni expectativa frente a la relación.

Otra causa puede ser el amor a otra persona, sentimiento que tal vez surge de manera inconsciente y nos lleva a volcar nuestro afecto hacia un tercero. Los problemas económicos, son otra de las causas que ha influenciado mucho entre parejas, ya que éstos generan una inestabilidad emocional, que a la vez altera y genera conflictos dentro de la relación afectiva.

En una relación de pareja es indispensable vivir cada una de las etapas que ésta exige. La primera, y tal vez de la cual se deriva todo, es la elección adecuada de la pareja. En esta frase es fundamental remontarnos a nuestra infancia, para mirar y determinar cuáles fueron los vacíos que en ella se presentaron y evitar que se repitan nuevamente. En algunos casos la figura paterna es ausente y a la hora de elegir una pareja lo que se busca es suplir esa necesidad de sentir el apoyo de un padre, y no de encontrar un complemento para encontrar la felicidad. Una frase seria, “Dime cómo te trataron tus padres y te diré qué historia de amor tienes”.

En segundo lugar, es necesario explotar la capacidad de poner límites, es decir, de expresar mis derechos, respetando de antemano los del otro. Además, es de vital importancia cultivar el valor de la autoestima, determinar qué tanto me conozco y me valoro. Una vez se entabla la relación como tal y se establecen los límites de parte y parte por consenso, deben tenerse en cuenta cosas fundamentales para mantener el equilibrio dentro de una buena relación.

Como es la comunicación: esto implica ponerse en el lugar del otro, respetar sus creencias, pensamientos e ideales, así no esté de acuerdo con ellos. Es importante darle validez a su verdad, aun cuando la mía sea diferente. Además, no se debe caer en los errores más comunes de la comunicación, entre los que están no interpretar a mi manera lo que el otro piensa, no tratar a mi pareja con ironía o irrespeto. Dentro de la comunicación se abre el camino para identificar, expresar y acordar las necesidades y expectativas de cada uno, y la forma como éstas se van a satisfacer.

El afecto hace referencia a la capacidad de expresar cariño y ternura, de aceptar que el otro es diferente a mí y que lo puedo amar tal y como es, y no como quiero que sea. Es hacerle saber que siento un gran deseo por vivir mi vida junto a él (ella). Otra área fundamental para el equilibrio de una buena relación, es el manejo económico que siempre ha sido sinónimo de control y de poder, por eso es indispensable llegar a una equidad donde ninguno de los miembros de la pareja sea el sometido, ni el que somete, ni a una situación de estar sometido a lo que mi pareja me quiera o me pueda dar.

Una relación de pareja, para que sea exitosa, debe estar regida por factores que no se pueden desligar los unos de los otros, sino que por el contrario deben estar interrelacionados constantemente para encontrar el punto de equilibrio que haga perene la relación con la que siempre hemos soñado.

viernes, 13 de junio de 2008

EL DIVORCIO !!!

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“Papi, yo te quiero mucho, pero quiero irme ya a mi camita y a mi casa” Le dijo un niño esto a su papá después de pasar casi todo el día junto en un fin de semana. Este niño hace parte de los cientos de hijos de padres divorciados que viven son su mamá ya a quienes su papá recoge todos los viernes o sábados para compartir el fin de la semana. Actitudes como la de este niño se repiten miles de veces en la vida diaria de muchas parejas separadas, y lo más lógico es que los padres se entristezcan y se desmotiven. Algunos sienten que ya no son lo más importante para sus hijos, peor aún, temen convertirse en una persona lejana para ellos. En estos casos el papá no puede esperar a que sus hijos lo entiendan, por el contrario, son los padres quienes tienen que ponerse al nivel de los niños.

Después de un divorcio, los más afectados son los pequeños, ellos llegan a sentir que no tienen en quién confiar. Además, las continuas peleas de sus progenitores terminan por confundirlos y distorsionar la imagen que siempre han tenido de sus papás. Cuando los hijos tienen que irse a vivir con uno de ellos, van tomando conciencia rápidamente de con cuál de los dos se van. En cambio, a veces, padre y madre no son tan conscientes de las responsabilidades y estilo de vida que tienen que asumir desde que adoptaron la decisión de tomar caminos diferentes.

Por lo general, la madre se queda con la custodia de los niños y el padre asume un estado de soledad y aislamiento; luego quiere reencontrar su unidad familiar y comienza a establecer ciertos parámetros para compartir más tiempo con sus hijos. En este momento, el papá puede tornarse agresivo y la situación se hace más complicada.

Para hombres que son hogareños y buenos padres es muy difícil tener a los hijos lejos, pueden pasar muchos años y no acostumbrasen a vivir solos. Aunque saben que sus hijos los quieren, van observando que a medida que sus hijos van creciendo, van extrañando su casa y no es tan sencillo que se acostumbren a la manera de vivir de los papás como lo hacían antes.

Hay padres que optan por ser más racionales en lo posible y aprenden a tener diálogos, y dejar a un lado las discusiones con su ex esposa y a entender a sus hijos. Actitudes como estas son las más acertadas ante la separación forzosa de padres e hijos cuando hay un divorcio. La madre o la persona que asuma la custodia de los niños debe tener presente que ninguno de los dos padres pierde sus derechos, en consecuencia, ambos tendrán siempre que decidir sobre la educación y futuro de los menores.

Es importante que los padres tengan claro desde un principio que se están separando uno del otro, pero no de los niños, así que se debe superar el impulso de querer imponer parámetros personales.

Teniendo presente la importancia traumática de un divorcio, se hace necesario que tanto madre como padre deben conversar frecuentemente con sus hijos sobre lo que está ocurriendo, el diálogo y la comunicación sinceros son la mejor opción. Es comprensible que cuando el niño se queda con alguno de los dos padres, puede sentir miedo de no volver a ver a quien se fue. Trate de explicarle de la manera mejor posible, que ninguno de los dos lo dejará solo nunca, aunque ellos están separados. No trate de utilizar a sus hijos para manipular a su ex cónyuge, y jamás muestre resentimiento hacia su pareja delante de los pequeños, recuerde que para ellos su padre o madre son importantes. Póngase en la situación de los niños y trate de entenderlos cuando se tornen rebeldes, agresivos o tengan problemas de aprendizaje en el colegio, inevitablemente son algunas de las consecuencias que se manifiestan en los niños, debido a la separación o divorcio de sus padres. Recuerde que usted es su único apoyo. Igualmente, los padres necesitan la ayuda de sus familiares, amigos más allegados.

Es sumamente importante recordar que la familia fue establecida por Dios, y que no es su voluntad que halla ruptura o divorcio en los hogares, en los cuales Dios ha establecido halla bendición, busque esa ayuda Divina, acérquese a su guía espiritual, agote todos los recursos posibles para evitar una ruptura, que en todos los casos traerá serias consecuencias en los miembros de ese hogar dividido.

Hay gran contenido en las palabras que fueron dichas:
LO QUE DIOS HA UNIDO,
NO LO SEPARE EL HOMBRE

domingo, 8 de junio de 2008

HUÉRFANO !!!!

No se puede mostrar la imagen “http://www.desicomments.com/user/2008/03/6716/6ly5s3q1.jpg” porque contiene errores.

La pérdida temprana de la madre o el padre genera crisis en los pequeños, las cuales inciden en la construcción de su futura personalidad de adulto. La crisis se hace evidente cuando en la niñez ha tenido contacto directo y continuo con la persona fallecida. La pérdida temprana de la madre, a los dos años por ejemplo, es más difícil de superar que si ésta hubiera sucedido en el parto o en los primeros meses, pues ya ha existido una conducta de apego hacia ella. Esta ausencia abrupta puede suscitar depresiones, las cuales puede superar el niño dependiendo de la red de afectos que lo rodeen.

Aunque la función de los padres como figuras no es reemplazable, la cadena de afecto permite que el niño salga adelante. El niño que se encuentra frente a estas realidades, pasa por un proceso de duelo y luego recobra su interés por el mundo. Cuando la depresión es muy fuerte puede tomar otro camino más álgido: perturbaciones emocionales, del conocimiento, morales o de pensamiento. En la mayoría de los casos, cuando los padres fallecen, hay alguien que suple esa función y puede ayudar a superar la pérdida, pero si no existe ese alguien, la crisis puede agudizarse.

El contacto directo y permanente, junto con el afecto, son indispensables, de allí que cuando los huérfanos son recluidos en instituciones, donde no hay al menos una persona dedicada a ellos, muchos mueren a causa del “Síndrome de Privación Afectiva”.

Es recomendable, inicialmente, dejar vivir las etapas del duelo. Al niño debe decírsele la verdad, para no darle espacio a la fantasía. Él tiene que vivir ese proceso, sentir la realidad, qué fue lo pasó y asumirlo. Puede pasar por varias etapas: Una es de entumecimiento, se siente embotado, en una nube. También de negación, en la cual no acepta lo que ha pasado. Luego puede venir la aceptación de la realidad, que es como retraerse del mundo. Hasta que finalmente se acepta la realidad, para volver a relacionarse con el mundo exterior.

El tiempo de la superación del duelo es muy subjetivo, depende de las vivencias tempranas, de la cultura y del entorno. Muchas veces, aunque los padres fallezcan, no se produce la onda crisis, porque existen redes sociales que asume lo perdido, como es el caso de los tíos, abuelos, hermanos o familiares. La red de apoyo del grupo que está alrededor es fundamental, ésta puede expresar esos sentimientos y emociones que dan lugar a un uso saludable del duelo.

Pero existe otra clase de orfandad, la de los padres vivientes, la generada por los tiempos modernos que cada vez impide más el acercamiento estrecho de padres a hijos y viceversa, pues los intereses son otros: están demasiados ocupados y no hay tiempo para los chicos. Los niños que salen de su casa a una guardería desde la mañana y vuelven a ver a sus padres en la tarde, sufre otro tipo de duelo. Es hora de recompensar los duelos que generan esta sociedad, no sólo ocasionados por la violencia o el fallecimiento, sino por la ausencia permanente de quienes aún viven.

Una caricia, un abrazo,
un “te quiero”
en el momento preciso o sorpresivo,
son actos de reconocimiento,
de convivencia y supervivencia.
Hágalo pronto, “ellos” lo esperan.

sábado, 7 de junio de 2008

DISCIPLINA CON AMOR !!

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Su hijo crecerá con unas u otras convicciones dependiendo de cómo usted se comunique con él a diario, sobre todo en los momentos difíciles. De ahí, la importancia de saber por qué conviene corregirlo y cómo y cuándo tiene que hacerlo.

Muchas veces, la disciplina es un concepto que asociamos al castigo físico o mental, a algo que nos obligan a hacer en contra de nuestra voluntad, a un deber que aborrecemos. En realidad, la disciplina debería consistir simplemente en enseñar a los niños a comportarse bien para ser felices en la vida. Para hacerlo es preciso informarles cuáles, según nuestra experiencia, son las conductas aceptables.

Una norma para conseguir que su hijo sea disciplinado es ponerle limites pero sin coartarle su libertad ni frenar el desarrollo de su autodeterminación. Para ello, pónganle sólo los que sean realmente imprescindibles. Lo ideal es que la educación que le dé a su hijo vaya dirigida a conseguir que él mismo se los imponga siguiendo su ejemplo y apoyándose en su orientación, y no atemorizándolo con castigos ni imposiciones por la fuerza. Con todo, se verá en la obligación de corregirle. Pues el padre que ama a su hijo le corrige. (Hebreos 12:5-11).

Para ello conviene que tenga muy clara la frontera entre lo que considera tolerante e intolerable, que reflexione sobre el porqué de sus límites y que esté dispuesto a hacérselos respetar sin enfados, pero también sin concesiones. A veces le costará entender las razones por las que su hijo se porta mal, pero no debe tomar sus acciones como un ataque sino como parte de un proceso natural de crecimiento y de una necesidad de comprobar los límites de su tolerancia. Muchos de los comportamientos inadecuados de los niños son pruebas a las que ellos recurren par saber si pueden seguir haciendo algo o no, son demandas de orientación. Por eso, debe estar atento y corregirlo tantas veces sea necesario en lugar de pasar por alto sus malos comportamientos.

Por ejemplo, si le contesta mal y no le reprende, él irrespetará a los demás y a usted creyendo que está bien hecho. Y, además, echará por tierra su idea y sentido de la seguridad, ya que el pequeño desea que usted sea alguien con fortaleza y capacidad de guía, alguien en quien confiar. Si no lo corrige, le fallará como padre.

Pero, ¿Cómo debe corregir las conductas negativas? Se debe tener en cuenta que el castigo vengativo no es adecuado, como tampoco lo es el ignorar las conductas infantiles erróneas. Lo mejor es educar mediante “el aprendizaje de las consecuencias”. Si advierte a su hijo sobre las consecuencias de su mala conducta y deja que las experimente (siempre que su seguridad no esté en peligro), no sólo evitará que le vea como a un “enemigo” que le impone sus caprichos a la fuerza, sino que le ayudará a entender que es su propia conducta inadecuada la que le ha privado de algo que deseaba.

Desde el punto de vista de su hijo, un castigo es algo desagradable que usted u otro adulto le imponen, mientras que una consecuencia es algo que él se ha buscado. Siempre que la ocasión lo permita, premie sus conductas positivas; hacerle ver la consecuencia negativa de sus actos inadecuados y corregirle cuando sea necesario (mostrándole siempre afecto). No olvide que su ejemplo es lo más importante. De nada servirá exigirle que no grite y pida el favor, si todo lo que oye en casa son malos modales y gritos.

Una de las principales tareas para educar a su hijo, consiste en advertirle sobre los efectos de sus malas conductas y, una vez hecho esto, intentar no coartar su libertad de elección y permitirle que lleve sus acciones hasta las últimas consecuencias. Equivocándose y llevándose un pequeño susto, aprenderá las lecciones de la vida con información de primera mano, no se le olvidará jamás y él mismo tomará la decisión de variar sus conductas negativas por iniciativa propia, sin necesidad de forzarle.

Si su hijo desordena la casa, no lo grite ni lo golpee, sencillamente hágale limpiar y reparar todos los daños ocasionados.

Basta con que él afronte
las consecuencias de sus actos.

TIEMPO DE CALIDAD !!!

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La preocupación de todos los padres es formar a sus hijos como personas capaces de afrontar el futuro con mayor seguridad. Por esa razón los pocos o muchos minutos que se les dediquen deben estar llenos de diálogo y comunicación. Muchas personas se sienten culpables por no estar todo el tiempo al lado de sus pequeños y piensan que si lo hicieran podrían formar mejores niños.
Sin embargo, el desarrollo profesional de la mujer, la sociedad de consumo y la difícil situación económica que se enfrenta, hacen necesario que la mujer tenga que trabajar para ayudar en el sustento de la familia. Por eso hay que buscar un equilibrio entre la calidad y la cantidad del tiempo que se dedica a los pequeños. Se equivocan quienes les dan demasiada libertad, pero también aquellos que son “cansones” y “cantaletosos” hasta el punto de fastidiarlos. La clave del equilibrio está en corregir al niño cuando él lo necesite.

Hay un consejo divino que dice: Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y consejo de Dios. (Efesios 6:4).

El infante debe sentir siempre que sus padres tienen toda la disponibilidad del mundo para dedicarle el mejor tiempo posible, aunque sólo sean 10 ó 30 minutos. Esos instantes se dan, casi siempre, en la mañana o en la noche, y hay que proporcionarles sin afán ni tensión y hacer lo posible, sobre todo en la mañana, para que la salida de la casa no se convierta en una carrera contra reloj. Si quiere estar con sus hijos más tiempo, levántese al menos con 20 minutos de anticipación.

Para establecer un diálogo efectivo con los pequeños cuando regresen del colegio y saber cómo les fue durante su día de estudio, empiece por contarles cómo le fue a usted en su trabajo, qué hizo y qué cosas le acontecieron (pero tome en cuenta que sean asuntos que puedan entender y relacionar con sus propias actividades). Las experiencias de ellos irán brotando espontáneamente y así no se sentirán presionados ni en un interrogatorio, sino como parte de una conversación agradable.


Los fines de semana son propicios para compartir y jugar con los niños, porque es cuando ellos no tienen que ir al colegio y los padres no tienen que trabajar. Pero, ¿A que jugar y cómo hacerlo?. Jugar no es una imposición, el juego es el derecho que tiene el infante de distraerse. Lo esencial del juego con el niño no es educar (aunque puede ser un gran mecanismo educativo), lo importante del juego es que los pequeños se diviertan. Cuando se cambian las prioridades, él no disfruta de este tiempo sino que lo considera como otro de sus deberes.

El niño debe ser quien diga a qué desea jugar. Por eso no necesitan los sofisticados juegos importados, pues todo lo que hay en la casa puede ser un juguete para él: la ropa vieja de la madre, el maquillaje, los zapatos grandes de su padre, las ollas, las tapas y hasta las cajas.
Puede sacar partido de las salidas al parque o la visita a los abuelos, para jugar durante el camino diferenciando los colores, las señales y los lugares. El niño debe disfrutar de la compañía, pues no se trata simplemente de “sacarlo a la calle” sino de compartir y reír con él, aprovechando, de paso, para enseñarle algunas cosas.

Por último, no olvide que los besos y abrazos nunca serán demasiados, al contrario, lo ayudarán a afrontar el futuro con más seguridad.

El amor que sus hijos
den a los demás
será el fruto del que usted
les haya brindado.

viernes, 6 de junio de 2008

SUPERAR LOS TRASTORNOS !!! (1)

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Los padres en términos genéricos, y en especial las madres, aparecen como culpables en muchos casos de las conductas de sus hijos. Casi siempre se les acusa de que tratan a sus retoños de una manera absurda. “Consiente demasiado a su hijo(a)” es el reproche más frecuente que muchos les hacen. Estas críticas están fuera de lugar y obedecen más a un desconocimiento del comportamiento de los niños que a la incompetencia de los padres.

Sería absurdo pretender que los padres y madres no cometan errores. Algunas veces por ignorancia, pero la gran mayoría de las veces, estas equivocaciones se deben a problemas emocionales inconscientes que provienen de la infancia de los padres y madres.

Al examinar muchos niños, encontramos que las dificultades han surgido, en ciertos casos, a partir de la ignorancia de los padres, la cual los ha llevado a generar efectos nocivos como la privación materna, y los castigos prematuros y excesivos.
Sin embargo, algunos trastornos se deben, con mayor frecuencia, a que los propios padres presentan dificultades emocionales, de las cuales poseen escasa conciencia y que tampoco pueden controlar.

La asistencia adecuada que se le brinda al niño depende de la sensibilidad que muestran la madre y el padre a las demandas de su hijo, y de las habilidades de ellos para adaptarse intuitivamente a las necesidades del infante. El pequeño se da cuenta con mayor facilidad que los adultos de la significación del tono de la voz, los gestos, las expresiones faciales, y desde etapas muy tempranas los lactantes son agudamente sensibles al modo como se les trata.

Es frecuente escuchar a profesores, allegados o amigos comentar que un niño sufre debido a la actitud de sus padres, por lo general, de la madre: “Está excesivamente angustiada”, “es demasiado severa con el niño”, que “es excesivamente dominante” o “rechaza a su hijo”. Y muchas veces tales comentarios están justificados.

Pero los críticos del momento no tienen en cuenta es el origen inconsciente de tales actitudes desfavorables. Como resultado de ello, los equivocados padres son sometidos a críticas o exhortaciones ineficaces porque desconocen la ayuda requerida.

SUPERAR LOS TRASTORNOS !!! (2)

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Muchas dificultades con los cuales tropiezan los padres proceden de su incapacidad para regular los sentimientos contrarios con respeto al hijo. Cuando la persona se convierte en padre o madre, se despiertan en ella emociones tan intensas como las que vinculas a un recién nacido con su madre o a los enamorados entre sí. Especialmente en las madres se produce el mismo deseo de posesión completa, la misma dedicación e idéntica retirada de interés con respecto a los demás.

Por desgracia y sin darnos cuenta, junto con los sentimientos de amor entran en juego sentimientos contrarios. La irrupción de sentimientos de hostilidad en las madres o del padre hacia el bebé parece tan extraña y tan horrible, que muchas personas tienen dificultad para aceptarlo. No obstante, es una realidad y en ocasiones muy dura realidad, tanto para los padres como para los hijos.

Aunque resulta difícil explicar estos sentimientos hostiles, es evidente que los sentimientos que aparecen en los individuos que se convierten en padres o madres, son muy similares a las emociones que se sienten ante los padres y hermanos cuando se es niño. Por ejemplo, la madre que ha sufrido privación materna, puede convertirse en una mujer incapaz de sentir afecto o puede experimentar una intensa necesidad de poseer el cariño de su hijo y hará todo lo posible por obtenerlo.

El progenitor cuyo amor por su madre iba mezclado con un antagonismo frente a las exigencias de la misma, puede llegar a manifestar resentimiento y odio ante las apetencias del lactante. Estos trastornos no tienen como base la simple recurrencia de antiguos sentimientos, sino la incapacidad por parte del progenitor para tolerarlos y regularlos. Aquellos que experimentaron en su niñez una intensa ambivalencia hacia sus padres y hermanos, y que luego recurrieron inconscientemente a alguno de los primitivos y precarios medios de resolver conflictos, no están preparados para resolverlos cuando llegan a ser padres.

En vez de reconocer la naturaleza de sus sentimientos hacia el hijo y de adoptar su comportamiento de acuerdo con ello, se encuentran movidos por fuerzas que no conocen y confundidos por sentirse incapaces de ser cariñosos y pacientes como desearían. Su dificultad tiene que ver con el surgimiento de sentimientos encontrados, contra los cuales se enfrentan inconscientemente con los métodos que utilizaban en la temprana infancia, época de la vida en la que no disponían de otros mejores.

En conclusión, la causa fundamental de los errores parentales (padre-madre/hijos) consiste en que los sentimientos que tienen hacia sus hijos se encuentran alterados por conflictos inconscientes que proceden de su niñez. De ahí la importancia de hacerse consciente de ellos, analizarlos y tratar de superarlos en la relación padre e hijo.