lunes, 30 de junio de 2008

LÍDER O SEGUIDOR !!!

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Prefiere que su hijo sea un líder o un seguidor? Lo más seguro es que como todos los papás del mundo quieren que sus hijos sean los mejores, todos aspiran a que sus vástagos se preparen lo mejor posible y se conviertan en personas de éxito. Es decir en líderes. ¿Puede convertirse un pequeño en líder? Claro que sí, pero… Aunque algunos niños son lideres innatos, todos tienen potencial para lograrlo con entrenamiento y práctica.

Entre las características más importantes de un triunfador se incluyen la confianza en si mismo, aceptación de las responsabilidades, sensibilidad ante las necesidades de los otros y sentido de la amistad, todas cualidades deseables en una persona.

Sin embargo, existen muchos equívocos en el concepto de liderazgo. Uno de ellos es el de pretender ganar siempre. La actitud de “primero yo” no sólo es molesta: conduce al ostracismo y al rechazo. Los pendencieros también están fuera de lugar.

Los lideres son niños en quienes los otros buscan ayudan y consejo. Los fortachones pierden amigos, los líderes los atraen. Finalmente, el liderazgo no es algo que los padres puedan forzar en los hijos. Exigir logros a un pequeño, a costa de su individualidad, sólo crea estrés y daños en su autoestima. Sin forzarlos, hay métodos para inculcar un espíritu de confianza en sí mismos en todos los pequeños.

Introduzca la “idea” de liderazgo llamando su atención sobre los lideres que aparecen en las noticias. Por ejemplo, si alguien anuncia una iniciativa que conlleva a que la gente trabaje conjuntamente, explíquele por qué esa persona es un buen líder. Usted también puede leerle o contarle la biografía de personas que se han destacado por su coraje o ejecutorias, incluidas las de su comunidad.

Los niños son unos imitadores naturales y usted puede capitalizar esa tendencia dando ejemplo. Los hijos tienden a imitar las actitudes, valores y comportamiento de los padres. Siempre que usted asuma un papel de líder, coménteselo a su hijo. Si esta organizando un evento para recoger dinero para algún lugar de beneficencia, por ejemplo, explíquele las razones, sus planes y cómo alcanzar sus metas.

Una de las razones para ser líder es que sea convincente y para esto es indispensable que hable y se comunique bien. Esto se puede inculcar en el niño desde el comienzo. Muchos padres consienten a su bebé pero no le hablan porque no hay respuesta; Pero esta comprobado plenamente que la estimulación de hablarle al bebé es fundamental para el desarrollo de la inteligencia, del entendimiento y el comportamiento social. Nómbrele los objetos, cántale y cuéntele historias. Convérsele y respóndale en la medida en que desarrolla el habla. Muchos padres explican e instruyen tanto ellos mismos, que no dan oportunidad a sus pequeños para que pongan en práctica sus conocimientos.

Un buen líder puede ver las cosas desde la perspectiva de la otra persona. Aunque la empatía no es precisamente un don infantil, si hay evidencias de que algunos, aún de caminador, se sienten impelidos a confortar a otro que, por ejemplo, está llorando. Para enseñar a su hijo a reconocer en los otros, dígale cosas como: “¿Porque cree que llora Camilito? Tal vez él está triste por que su mamá no lo ha venido a recoger. Veamos si podemos ayudarlo para que se sienta mejor”. También muéstrele sus sentimientos. Cuando su pequeño haga algo desconsiderado, explíquele cómo le hace sentir. Cuando sea amable, dígale cuánto lo aprecia y le gusta.

Los niños necesitan oportunidades para decidir. De otra manera, no aprenderán a hacerlo. Esto no significa que haya que dejarlos actuar a su libre albedrío. Usted debe guiarlos, pero déjeles la oportunidad de practicar. Empiece desde que están en caminador con preguntas como. ¿Que pelota vas a llevar al parque? A los preescolares pregúnteles a quienes les gustaría invitar para jugar o qué video quieren alquilar. En la medida en que vayan creciendo, amplíe las posibilidades para que tomen sus propias decisiones. Los grandecitos disfrutan teniendo voz en las decisiones de la familia.

Procure no presionar a su hijo(a) cuando muestre un deseo compulsivo de ocupar el primer lugar en todo, en particular para complacerle a usted, cuando presenta síntomas de estrés como desorden para dormir, pérdida de apetito, dolor de cabeza, letargo. Cuando hace resistencia incumpliendo tareas, evitando prácticas o ensayos u olvidando sus deberes escolares. Cuando muestra tics nerviosos como enroscarse el cabello, comerse las uñas, movimientos musculares involuntarios, o que se queja más de lo normal de las cosas triviales y manifiesta agotamiento con frecuencia. Es mejor brindarles confianza, manifestarles cariño y hacerles sentir que como padres están para ayudarles; Es importante tener encuenta un consejo muy especial que nos da Dios en su palabra, que nos dice:

Padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien críenlos en disciplina amorosa, consejo sabio, que aprendan a amar a sus semejantes y a tener amor al Señor. (Efesios 6: 4).

Haga de su hijo(a) un líder y no un seguidor.

jueves, 19 de junio de 2008

LA PAREJA !!!!!

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En la sociedad moderna es común ver que las relaciones sentimentales son poco duraderas. Pero, ¿en qué radica este fenómeno y qué se puede hacer para solucionarlo? Son muchas las causas que pueden producir la disolución de una pareja. Entre ellas la infidelidad, que puede ser producida por la “desidealización” de la pareja, por que las necesidades no pudieron suplirse debidamente, o quizás porque ya no hay curiosidad ni expectativa frente a la relación.

Otra causa puede ser el amor a otra persona, sentimiento que tal vez surge de manera inconsciente y nos lleva a volcar nuestro afecto hacia un tercero. Los problemas económicos, son otra de las causas que ha influenciado mucho entre parejas, ya que éstos generan una inestabilidad emocional, que a la vez altera y genera conflictos dentro de la relación afectiva.

En una relación de pareja es indispensable vivir cada una de las etapas que ésta exige. La primera, y tal vez de la cual se deriva todo, es la elección adecuada de la pareja. En esta frase es fundamental remontarnos a nuestra infancia, para mirar y determinar cuáles fueron los vacíos que en ella se presentaron y evitar que se repitan nuevamente. En algunos casos la figura paterna es ausente y a la hora de elegir una pareja lo que se busca es suplir esa necesidad de sentir el apoyo de un padre, y no de encontrar un complemento para encontrar la felicidad. Una frase seria, “Dime cómo te trataron tus padres y te diré qué historia de amor tienes”.

En segundo lugar, es necesario explotar la capacidad de poner límites, es decir, de expresar mis derechos, respetando de antemano los del otro. Además, es de vital importancia cultivar el valor de la autoestima, determinar qué tanto me conozco y me valoro. Una vez se entabla la relación como tal y se establecen los límites de parte y parte por consenso, deben tenerse en cuenta cosas fundamentales para mantener el equilibrio dentro de una buena relación.

Como es la comunicación: esto implica ponerse en el lugar del otro, respetar sus creencias, pensamientos e ideales, así no esté de acuerdo con ellos. Es importante darle validez a su verdad, aun cuando la mía sea diferente. Además, no se debe caer en los errores más comunes de la comunicación, entre los que están no interpretar a mi manera lo que el otro piensa, no tratar a mi pareja con ironía o irrespeto. Dentro de la comunicación se abre el camino para identificar, expresar y acordar las necesidades y expectativas de cada uno, y la forma como éstas se van a satisfacer.

El afecto hace referencia a la capacidad de expresar cariño y ternura, de aceptar que el otro es diferente a mí y que lo puedo amar tal y como es, y no como quiero que sea. Es hacerle saber que siento un gran deseo por vivir mi vida junto a él (ella). Otra área fundamental para el equilibrio de una buena relación, es el manejo económico que siempre ha sido sinónimo de control y de poder, por eso es indispensable llegar a una equidad donde ninguno de los miembros de la pareja sea el sometido, ni el que somete, ni a una situación de estar sometido a lo que mi pareja me quiera o me pueda dar.

Una relación de pareja, para que sea exitosa, debe estar regida por factores que no se pueden desligar los unos de los otros, sino que por el contrario deben estar interrelacionados constantemente para encontrar el punto de equilibrio que haga perene la relación con la que siempre hemos soñado.

viernes, 13 de junio de 2008

EL DIVORCIO !!!

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“Papi, yo te quiero mucho, pero quiero irme ya a mi camita y a mi casa” Le dijo un niño esto a su papá después de pasar casi todo el día junto en un fin de semana. Este niño hace parte de los cientos de hijos de padres divorciados que viven son su mamá ya a quienes su papá recoge todos los viernes o sábados para compartir el fin de la semana. Actitudes como la de este niño se repiten miles de veces en la vida diaria de muchas parejas separadas, y lo más lógico es que los padres se entristezcan y se desmotiven. Algunos sienten que ya no son lo más importante para sus hijos, peor aún, temen convertirse en una persona lejana para ellos. En estos casos el papá no puede esperar a que sus hijos lo entiendan, por el contrario, son los padres quienes tienen que ponerse al nivel de los niños.

Después de un divorcio, los más afectados son los pequeños, ellos llegan a sentir que no tienen en quién confiar. Además, las continuas peleas de sus progenitores terminan por confundirlos y distorsionar la imagen que siempre han tenido de sus papás. Cuando los hijos tienen que irse a vivir con uno de ellos, van tomando conciencia rápidamente de con cuál de los dos se van. En cambio, a veces, padre y madre no son tan conscientes de las responsabilidades y estilo de vida que tienen que asumir desde que adoptaron la decisión de tomar caminos diferentes.

Por lo general, la madre se queda con la custodia de los niños y el padre asume un estado de soledad y aislamiento; luego quiere reencontrar su unidad familiar y comienza a establecer ciertos parámetros para compartir más tiempo con sus hijos. En este momento, el papá puede tornarse agresivo y la situación se hace más complicada.

Para hombres que son hogareños y buenos padres es muy difícil tener a los hijos lejos, pueden pasar muchos años y no acostumbrasen a vivir solos. Aunque saben que sus hijos los quieren, van observando que a medida que sus hijos van creciendo, van extrañando su casa y no es tan sencillo que se acostumbren a la manera de vivir de los papás como lo hacían antes.

Hay padres que optan por ser más racionales en lo posible y aprenden a tener diálogos, y dejar a un lado las discusiones con su ex esposa y a entender a sus hijos. Actitudes como estas son las más acertadas ante la separación forzosa de padres e hijos cuando hay un divorcio. La madre o la persona que asuma la custodia de los niños debe tener presente que ninguno de los dos padres pierde sus derechos, en consecuencia, ambos tendrán siempre que decidir sobre la educación y futuro de los menores.

Es importante que los padres tengan claro desde un principio que se están separando uno del otro, pero no de los niños, así que se debe superar el impulso de querer imponer parámetros personales.

Teniendo presente la importancia traumática de un divorcio, se hace necesario que tanto madre como padre deben conversar frecuentemente con sus hijos sobre lo que está ocurriendo, el diálogo y la comunicación sinceros son la mejor opción. Es comprensible que cuando el niño se queda con alguno de los dos padres, puede sentir miedo de no volver a ver a quien se fue. Trate de explicarle de la manera mejor posible, que ninguno de los dos lo dejará solo nunca, aunque ellos están separados. No trate de utilizar a sus hijos para manipular a su ex cónyuge, y jamás muestre resentimiento hacia su pareja delante de los pequeños, recuerde que para ellos su padre o madre son importantes. Póngase en la situación de los niños y trate de entenderlos cuando se tornen rebeldes, agresivos o tengan problemas de aprendizaje en el colegio, inevitablemente son algunas de las consecuencias que se manifiestan en los niños, debido a la separación o divorcio de sus padres. Recuerde que usted es su único apoyo. Igualmente, los padres necesitan la ayuda de sus familiares, amigos más allegados.

Es sumamente importante recordar que la familia fue establecida por Dios, y que no es su voluntad que halla ruptura o divorcio en los hogares, en los cuales Dios ha establecido halla bendición, busque esa ayuda Divina, acérquese a su guía espiritual, agote todos los recursos posibles para evitar una ruptura, que en todos los casos traerá serias consecuencias en los miembros de ese hogar dividido.

Hay gran contenido en las palabras que fueron dichas:
LO QUE DIOS HA UNIDO,
NO LO SEPARE EL HOMBRE

domingo, 8 de junio de 2008

HUÉRFANO !!!!

No se puede mostrar la imagen “http://www.desicomments.com/user/2008/03/6716/6ly5s3q1.jpg” porque contiene errores.

La pérdida temprana de la madre o el padre genera crisis en los pequeños, las cuales inciden en la construcción de su futura personalidad de adulto. La crisis se hace evidente cuando en la niñez ha tenido contacto directo y continuo con la persona fallecida. La pérdida temprana de la madre, a los dos años por ejemplo, es más difícil de superar que si ésta hubiera sucedido en el parto o en los primeros meses, pues ya ha existido una conducta de apego hacia ella. Esta ausencia abrupta puede suscitar depresiones, las cuales puede superar el niño dependiendo de la red de afectos que lo rodeen.

Aunque la función de los padres como figuras no es reemplazable, la cadena de afecto permite que el niño salga adelante. El niño que se encuentra frente a estas realidades, pasa por un proceso de duelo y luego recobra su interés por el mundo. Cuando la depresión es muy fuerte puede tomar otro camino más álgido: perturbaciones emocionales, del conocimiento, morales o de pensamiento. En la mayoría de los casos, cuando los padres fallecen, hay alguien que suple esa función y puede ayudar a superar la pérdida, pero si no existe ese alguien, la crisis puede agudizarse.

El contacto directo y permanente, junto con el afecto, son indispensables, de allí que cuando los huérfanos son recluidos en instituciones, donde no hay al menos una persona dedicada a ellos, muchos mueren a causa del “Síndrome de Privación Afectiva”.

Es recomendable, inicialmente, dejar vivir las etapas del duelo. Al niño debe decírsele la verdad, para no darle espacio a la fantasía. Él tiene que vivir ese proceso, sentir la realidad, qué fue lo pasó y asumirlo. Puede pasar por varias etapas: Una es de entumecimiento, se siente embotado, en una nube. También de negación, en la cual no acepta lo que ha pasado. Luego puede venir la aceptación de la realidad, que es como retraerse del mundo. Hasta que finalmente se acepta la realidad, para volver a relacionarse con el mundo exterior.

El tiempo de la superación del duelo es muy subjetivo, depende de las vivencias tempranas, de la cultura y del entorno. Muchas veces, aunque los padres fallezcan, no se produce la onda crisis, porque existen redes sociales que asume lo perdido, como es el caso de los tíos, abuelos, hermanos o familiares. La red de apoyo del grupo que está alrededor es fundamental, ésta puede expresar esos sentimientos y emociones que dan lugar a un uso saludable del duelo.

Pero existe otra clase de orfandad, la de los padres vivientes, la generada por los tiempos modernos que cada vez impide más el acercamiento estrecho de padres a hijos y viceversa, pues los intereses son otros: están demasiados ocupados y no hay tiempo para los chicos. Los niños que salen de su casa a una guardería desde la mañana y vuelven a ver a sus padres en la tarde, sufre otro tipo de duelo. Es hora de recompensar los duelos que generan esta sociedad, no sólo ocasionados por la violencia o el fallecimiento, sino por la ausencia permanente de quienes aún viven.

Una caricia, un abrazo,
un “te quiero”
en el momento preciso o sorpresivo,
son actos de reconocimiento,
de convivencia y supervivencia.
Hágalo pronto, “ellos” lo esperan.

sábado, 7 de junio de 2008

DISCIPLINA CON AMOR !!

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Su hijo crecerá con unas u otras convicciones dependiendo de cómo usted se comunique con él a diario, sobre todo en los momentos difíciles. De ahí, la importancia de saber por qué conviene corregirlo y cómo y cuándo tiene que hacerlo.

Muchas veces, la disciplina es un concepto que asociamos al castigo físico o mental, a algo que nos obligan a hacer en contra de nuestra voluntad, a un deber que aborrecemos. En realidad, la disciplina debería consistir simplemente en enseñar a los niños a comportarse bien para ser felices en la vida. Para hacerlo es preciso informarles cuáles, según nuestra experiencia, son las conductas aceptables.

Una norma para conseguir que su hijo sea disciplinado es ponerle limites pero sin coartarle su libertad ni frenar el desarrollo de su autodeterminación. Para ello, pónganle sólo los que sean realmente imprescindibles. Lo ideal es que la educación que le dé a su hijo vaya dirigida a conseguir que él mismo se los imponga siguiendo su ejemplo y apoyándose en su orientación, y no atemorizándolo con castigos ni imposiciones por la fuerza. Con todo, se verá en la obligación de corregirle. Pues el padre que ama a su hijo le corrige. (Hebreos 12:5-11).

Para ello conviene que tenga muy clara la frontera entre lo que considera tolerante e intolerable, que reflexione sobre el porqué de sus límites y que esté dispuesto a hacérselos respetar sin enfados, pero también sin concesiones. A veces le costará entender las razones por las que su hijo se porta mal, pero no debe tomar sus acciones como un ataque sino como parte de un proceso natural de crecimiento y de una necesidad de comprobar los límites de su tolerancia. Muchos de los comportamientos inadecuados de los niños son pruebas a las que ellos recurren par saber si pueden seguir haciendo algo o no, son demandas de orientación. Por eso, debe estar atento y corregirlo tantas veces sea necesario en lugar de pasar por alto sus malos comportamientos.

Por ejemplo, si le contesta mal y no le reprende, él irrespetará a los demás y a usted creyendo que está bien hecho. Y, además, echará por tierra su idea y sentido de la seguridad, ya que el pequeño desea que usted sea alguien con fortaleza y capacidad de guía, alguien en quien confiar. Si no lo corrige, le fallará como padre.

Pero, ¿Cómo debe corregir las conductas negativas? Se debe tener en cuenta que el castigo vengativo no es adecuado, como tampoco lo es el ignorar las conductas infantiles erróneas. Lo mejor es educar mediante “el aprendizaje de las consecuencias”. Si advierte a su hijo sobre las consecuencias de su mala conducta y deja que las experimente (siempre que su seguridad no esté en peligro), no sólo evitará que le vea como a un “enemigo” que le impone sus caprichos a la fuerza, sino que le ayudará a entender que es su propia conducta inadecuada la que le ha privado de algo que deseaba.

Desde el punto de vista de su hijo, un castigo es algo desagradable que usted u otro adulto le imponen, mientras que una consecuencia es algo que él se ha buscado. Siempre que la ocasión lo permita, premie sus conductas positivas; hacerle ver la consecuencia negativa de sus actos inadecuados y corregirle cuando sea necesario (mostrándole siempre afecto). No olvide que su ejemplo es lo más importante. De nada servirá exigirle que no grite y pida el favor, si todo lo que oye en casa son malos modales y gritos.

Una de las principales tareas para educar a su hijo, consiste en advertirle sobre los efectos de sus malas conductas y, una vez hecho esto, intentar no coartar su libertad de elección y permitirle que lleve sus acciones hasta las últimas consecuencias. Equivocándose y llevándose un pequeño susto, aprenderá las lecciones de la vida con información de primera mano, no se le olvidará jamás y él mismo tomará la decisión de variar sus conductas negativas por iniciativa propia, sin necesidad de forzarle.

Si su hijo desordena la casa, no lo grite ni lo golpee, sencillamente hágale limpiar y reparar todos los daños ocasionados.

Basta con que él afronte
las consecuencias de sus actos.

TIEMPO DE CALIDAD !!!

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La preocupación de todos los padres es formar a sus hijos como personas capaces de afrontar el futuro con mayor seguridad. Por esa razón los pocos o muchos minutos que se les dediquen deben estar llenos de diálogo y comunicación. Muchas personas se sienten culpables por no estar todo el tiempo al lado de sus pequeños y piensan que si lo hicieran podrían formar mejores niños.
Sin embargo, el desarrollo profesional de la mujer, la sociedad de consumo y la difícil situación económica que se enfrenta, hacen necesario que la mujer tenga que trabajar para ayudar en el sustento de la familia. Por eso hay que buscar un equilibrio entre la calidad y la cantidad del tiempo que se dedica a los pequeños. Se equivocan quienes les dan demasiada libertad, pero también aquellos que son “cansones” y “cantaletosos” hasta el punto de fastidiarlos. La clave del equilibrio está en corregir al niño cuando él lo necesite.

Hay un consejo divino que dice: Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y consejo de Dios. (Efesios 6:4).

El infante debe sentir siempre que sus padres tienen toda la disponibilidad del mundo para dedicarle el mejor tiempo posible, aunque sólo sean 10 ó 30 minutos. Esos instantes se dan, casi siempre, en la mañana o en la noche, y hay que proporcionarles sin afán ni tensión y hacer lo posible, sobre todo en la mañana, para que la salida de la casa no se convierta en una carrera contra reloj. Si quiere estar con sus hijos más tiempo, levántese al menos con 20 minutos de anticipación.

Para establecer un diálogo efectivo con los pequeños cuando regresen del colegio y saber cómo les fue durante su día de estudio, empiece por contarles cómo le fue a usted en su trabajo, qué hizo y qué cosas le acontecieron (pero tome en cuenta que sean asuntos que puedan entender y relacionar con sus propias actividades). Las experiencias de ellos irán brotando espontáneamente y así no se sentirán presionados ni en un interrogatorio, sino como parte de una conversación agradable.


Los fines de semana son propicios para compartir y jugar con los niños, porque es cuando ellos no tienen que ir al colegio y los padres no tienen que trabajar. Pero, ¿A que jugar y cómo hacerlo?. Jugar no es una imposición, el juego es el derecho que tiene el infante de distraerse. Lo esencial del juego con el niño no es educar (aunque puede ser un gran mecanismo educativo), lo importante del juego es que los pequeños se diviertan. Cuando se cambian las prioridades, él no disfruta de este tiempo sino que lo considera como otro de sus deberes.

El niño debe ser quien diga a qué desea jugar. Por eso no necesitan los sofisticados juegos importados, pues todo lo que hay en la casa puede ser un juguete para él: la ropa vieja de la madre, el maquillaje, los zapatos grandes de su padre, las ollas, las tapas y hasta las cajas.
Puede sacar partido de las salidas al parque o la visita a los abuelos, para jugar durante el camino diferenciando los colores, las señales y los lugares. El niño debe disfrutar de la compañía, pues no se trata simplemente de “sacarlo a la calle” sino de compartir y reír con él, aprovechando, de paso, para enseñarle algunas cosas.

Por último, no olvide que los besos y abrazos nunca serán demasiados, al contrario, lo ayudarán a afrontar el futuro con más seguridad.

El amor que sus hijos
den a los demás
será el fruto del que usted
les haya brindado.

viernes, 6 de junio de 2008

SUPERAR LOS TRASTORNOS !!! (1)

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Los padres en términos genéricos, y en especial las madres, aparecen como culpables en muchos casos de las conductas de sus hijos. Casi siempre se les acusa de que tratan a sus retoños de una manera absurda. “Consiente demasiado a su hijo(a)” es el reproche más frecuente que muchos les hacen. Estas críticas están fuera de lugar y obedecen más a un desconocimiento del comportamiento de los niños que a la incompetencia de los padres.

Sería absurdo pretender que los padres y madres no cometan errores. Algunas veces por ignorancia, pero la gran mayoría de las veces, estas equivocaciones se deben a problemas emocionales inconscientes que provienen de la infancia de los padres y madres.

Al examinar muchos niños, encontramos que las dificultades han surgido, en ciertos casos, a partir de la ignorancia de los padres, la cual los ha llevado a generar efectos nocivos como la privación materna, y los castigos prematuros y excesivos.
Sin embargo, algunos trastornos se deben, con mayor frecuencia, a que los propios padres presentan dificultades emocionales, de las cuales poseen escasa conciencia y que tampoco pueden controlar.

La asistencia adecuada que se le brinda al niño depende de la sensibilidad que muestran la madre y el padre a las demandas de su hijo, y de las habilidades de ellos para adaptarse intuitivamente a las necesidades del infante. El pequeño se da cuenta con mayor facilidad que los adultos de la significación del tono de la voz, los gestos, las expresiones faciales, y desde etapas muy tempranas los lactantes son agudamente sensibles al modo como se les trata.

Es frecuente escuchar a profesores, allegados o amigos comentar que un niño sufre debido a la actitud de sus padres, por lo general, de la madre: “Está excesivamente angustiada”, “es demasiado severa con el niño”, que “es excesivamente dominante” o “rechaza a su hijo”. Y muchas veces tales comentarios están justificados.

Pero los críticos del momento no tienen en cuenta es el origen inconsciente de tales actitudes desfavorables. Como resultado de ello, los equivocados padres son sometidos a críticas o exhortaciones ineficaces porque desconocen la ayuda requerida.

SUPERAR LOS TRASTORNOS !!! (2)

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Muchas dificultades con los cuales tropiezan los padres proceden de su incapacidad para regular los sentimientos contrarios con respeto al hijo. Cuando la persona se convierte en padre o madre, se despiertan en ella emociones tan intensas como las que vinculas a un recién nacido con su madre o a los enamorados entre sí. Especialmente en las madres se produce el mismo deseo de posesión completa, la misma dedicación e idéntica retirada de interés con respecto a los demás.

Por desgracia y sin darnos cuenta, junto con los sentimientos de amor entran en juego sentimientos contrarios. La irrupción de sentimientos de hostilidad en las madres o del padre hacia el bebé parece tan extraña y tan horrible, que muchas personas tienen dificultad para aceptarlo. No obstante, es una realidad y en ocasiones muy dura realidad, tanto para los padres como para los hijos.

Aunque resulta difícil explicar estos sentimientos hostiles, es evidente que los sentimientos que aparecen en los individuos que se convierten en padres o madres, son muy similares a las emociones que se sienten ante los padres y hermanos cuando se es niño. Por ejemplo, la madre que ha sufrido privación materna, puede convertirse en una mujer incapaz de sentir afecto o puede experimentar una intensa necesidad de poseer el cariño de su hijo y hará todo lo posible por obtenerlo.

El progenitor cuyo amor por su madre iba mezclado con un antagonismo frente a las exigencias de la misma, puede llegar a manifestar resentimiento y odio ante las apetencias del lactante. Estos trastornos no tienen como base la simple recurrencia de antiguos sentimientos, sino la incapacidad por parte del progenitor para tolerarlos y regularlos. Aquellos que experimentaron en su niñez una intensa ambivalencia hacia sus padres y hermanos, y que luego recurrieron inconscientemente a alguno de los primitivos y precarios medios de resolver conflictos, no están preparados para resolverlos cuando llegan a ser padres.

En vez de reconocer la naturaleza de sus sentimientos hacia el hijo y de adoptar su comportamiento de acuerdo con ello, se encuentran movidos por fuerzas que no conocen y confundidos por sentirse incapaces de ser cariñosos y pacientes como desearían. Su dificultad tiene que ver con el surgimiento de sentimientos encontrados, contra los cuales se enfrentan inconscientemente con los métodos que utilizaban en la temprana infancia, época de la vida en la que no disponían de otros mejores.

En conclusión, la causa fundamental de los errores parentales (padre-madre/hijos) consiste en que los sentimientos que tienen hacia sus hijos se encuentran alterados por conflictos inconscientes que proceden de su niñez. De ahí la importancia de hacerse consciente de ellos, analizarlos y tratar de superarlos en la relación padre e hijo.