domingo, 20 de septiembre de 2009

DISFRUTAR Y COMPARTIR…


En cierta ocasión un turista viajo a la ciudad de El Cairo, Egipto, con la finalidad de visitar a un famoso sabio. El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros. Las únicas piezas de mobiliario eran una cama, una mesa y un banco.

¿Dónde están sus muebles? Pregunto el turista. Y el sabio, rápidamente, pregunto: ¿Y donde están los suyos…? ¿Los míos?, se sorprendió el turista, ¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso!... Yo también… concluyó el sabio.

La enseñanza de este breve cuento está en el hecho de que la vida en la tierra es solamente temporal, sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices. El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con que suceden y el placer con que las disfrutas y compartes. Por eso existen momentos inolvidables, cosas incomparables. Esta reflexión me lleva a pensar: ¿Que creen ustedes, mis queridos amigos que nos preguntará Dios cuando estemos ante su presencia, cuando hayamos abandonado este mundo?

Dios no te preguntará qué modelo de auto usabas; te preguntará a cuánta gente llevaste. No te preguntará cuán grande era tu casa; te preguntará cuánta gente recibiste en ella. No te preguntará la marca de la ropa en tu armario; te preguntará a cuántos ayudaste a vestir. No te preguntará cuán alto era tu sueldo; te preguntará si vendiste tu conciencia para obtenerlo. No te preguntará cuál era tu título; te preguntará si hiciste tu trabajo con lo mejor de tu capacidad. No te preguntará cuántos amigos tenías; te preguntará cuánta gente te considera su amigo.

Dios no te preguntará en qué vecindario vivías; te preguntará cómo tratabas a tus vecinos. Dios no te preguntará el color de tu piel; te preguntará por la pureza de tu interior.

Entonces, ¿Cuál es el sentido de la vida? Para mí, es vivir permanentemente en el presente, disfrutando de todo, obedeciendo a la voluntad de Dios que pone en mi corazón… haciendo lo que me hace más feliz, en cada momento, sobre todo el poder servir y bendecir a otros.

… La fe que no produce obras buenas no tiene ningún valor.
Es una fe inútil, que está totalmente muerta.
(Santiago 2: 15-20)CST.

Aporte Angie.